« Una vez en el lugar, comenzamos la tarea de tensar esferas de cristal llenas de agua limpia. Metafóricamente, visibilizábamos un acto de sutura, de reparación y empate para con este cuerpo degradado en herida abierta y pestilente. Le ofrecíamos las pequeñas esferas que, cual ventosas curativas, imaginábamos operarían mágicamente la sanación.

Estábamos construyendo una historia, un cuento visual, con el propósito de atraer la mirada de al menos unos cuantos de los miles de automovilistas que circulan por el área a lo largo del día.

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Y por ese día, el espacio se convirtió en lugar. Lo invisible cobró presencia para las miradas que se voltearon para ser partícipes de esta narración... por un instante. La obra se desmanteló bajo la lluvia torrencial y, casi como respondiendo a nuestra invitación a la vida, la quebrada se desbordó, demostrando toda su potencia.

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Ya esa noche los transeúntes que por allí circulaban llevaban de nuevo la mirada puesta en la prisa. Pero, para los que ese día pasaron y sí vieron, la obra ya no estaría pero quizás el residuo de la imagen en la memoria habría logrado que el lugar adquiriese significado. Que ya no fuera invisible. Se había develado en paisaje; paisaje con sentido. »

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Fragmento Cosiendo agua, remendando paisaje. Dhara Rivera